Me despierto,
alarmado.
No veo nada, sólo
oscuridad.
Me agito, lloro y
grito.
“¡Estoy ciego!”
“¡No logro ver
nada!”
“¡Cuán
desgraciado soy, mis ojos me fallan!”
Pero en ese
momento,
Escucho un grito
ajeno de fondo:
“¡Sube la
persiana y deja de llorar, so tonto!”