A continuación se presenta el poema ganador del Certamen Literario del I.E.S. Fuente de la Peña (Jaén) en el año escolar 2012/2013:
El cielo azul sesgado, suspirador, me despierta
discierne recuerdo de realidad.
Canto embelesante, no te detengas;
simboliza ese soplo la pasión del devenir.
Arde el corazón rimbombante que espera un milagro
por esto te pido, no dejes de perseguirlo
persiste en el presente.
Yo he soñado con ese lugar
donde cada rosa es libre de florecer
donde acogen mil palabras de afecto.
He espantado el engañoso escapismo,
he bregado largamente
para encontrar una razón
a la existencia que tú llamas fútil.
Dime, desesperanzado, demuéstrame,
si la llama de la hybris no se extinguió,
cómo planeas vivir sin desear
lo que declinas es parte del "yo".
Espantosa y quimérica nada
me consumirás como tu presa.
Sólo una demencia sin parangón;
aventajar como ente absoluto,
ambición de reyes,
veneno que consumió a Gilgamesh,
filo de hoja adamantina fulgurante,
nos concederá a ambos fin y comienzo.
Nadie recuerda a aquellas flores pisoteadas;
¡Levántate ya y destroza esta opresión!
La voluntad de cambio te envuelve,
te transforma en un salvaje lobo hambriento.
Aún quieres demostrarlo,
tentar la fortuna, ser capaz de mutarlo.
¿Para qué te plantaste firme en este terreno
si no por tu arrogante promesa?
El trágico destino, el regir de los hados,
tú gritaste a esos cielos
que algún día gobernarás
y juraste cambiarlo.
En tanto que aceptes el desafío,
resurgirá a resonar el rugir del relámpago;
las ascuas de ese fuego orgulloso
esparcido, aún no cesan ni quieren perecer.
El avión de papel persigue el sol al amanecer
como si quisiera llegar a tiempo para mañana
Lanzo un deseo, que nunca caiga
Porque quiero poder soñar por siempre.
El avión de papel sigue volando
Yo siempre, siempre continuaré creyendo
Que los sueños permanecerán como meros sueños
Por eso puede seguir, seguir, seguir volando
Poesía, prosa, crítica social, elucubraciones... tratamos de cubrir todo lo viable en nuestra realidad. Nuestras motivaciones, deseos, personalidades y modos de contemplar la vida son inevitablemente dispares y variados. No obstante, todos valoramos en muy alto grado el conocimiento y la bella escritura
jueves, 11 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
Canciones (II)
Mis manos tiemblan, me siento extraño, hacía mucho tiempo
que no me sentía nervioso por hablar con una mujer, no sé qué decir cuando
Celeste coge el teléfono, sólo balbuceo hasta que ella pronuncia mi nombre:
- ¿Johnny? ¿Eres tú?
- Sí,- me digno a decir- soy yo. -escucho una pequeña risa.
- ¿Por qué no hablabas?
- La verdad, no se me da muy bien hablar con mujeres…
- Pues lo estás haciendo ahora mismo, y entiendo lo que
dices, creo que tan mal no se te da.- noto cómo intenta quitarle hierro al
asunto, me parece un bonito gesto.
- Bueno, a ver, la historia de mi colgante viene de…
- ¡Espera, espera!- me interrumpe, gritando- Esto es muy
impersonal, mejor quedamos y hablamos cara a cara y dar un paseo, será más
divertido.
- Vale, me parece algo repentino, pero honestamente, me
parece necesario darte una explicación después de comportarme así contigo.
- Tampoco has sido tan borde.
- Da igual, es que no puedo parar de pensar en que por un
mal día te habrás llevado una mala opinión de mí. Por eso te quiero invitar a
cenar.
- Te digo que por mi parte no hay ningún problema con tu
actitud y no veo necesario que me invites, pero si te hace sentir mejor,
adelante.
Quedamos en un lugar a una hora, pero yo me presento allí
antes, no me gusta llegar tarde, pero no me importa esperar. Es cuestión de
tiempo que Celeste aparezca y, tras algunas idas y vueltas a lo largo de la
plaza mientras espero, aparece por la esquina hacia la que estoy mirando. Nos saludamos y le pido que me siga. Hablamos
un poco mientras ella está caminando tras de mí, pero de nada importante,
aunque estaba impaciente quería esperar a estar en el restaurante para escuchar
mis secretos. Yo siempre huía de esas pequeñas conversaciones sobre mi vida,
para mí los recuerdos eran como una feria antigua y olvidada, una feria de
óxido. En cambio, Celeste es del tipo de
mujer a la que no te importa contarle tu vida, emanaba simpatía, era capaz de
cualquier cosa con tal de verte reír, y lo mejor es que lo conseguía. Me
inspira confianza.
Llegamos al restaurante, pido la mesa que reservé, le aparto
la silla a Celeste para que se siente y yo hago lo propio. El camarero nos da
la carta y se retira. Celeste parece de lo más contenta de estar cenando allí,
algo en su mirada decía que se esperaba algo menos formal. No es que sea un
restaurante pijo, pero tampoco es un antro.
Ella me sonríe tras la carta y me comunica lo que quiere
tomar, no es nada del otro mundo pero sus ojos me dicen que eso es lo que más
quiere en ese momento. Yo pido carne de
cerdo y habas. Una vez pedido todo, Celeste se deja de rodeos y va al grano.
- ¿Por dónde quieres que empiece?
- Por el principio, no estaría mal.
- Vale, en el principio todo ser vivo estaba en el agua
hasta que uno salió y poco a poco fue evolucionando…
- Me refería al principio de tu historia, no de la historia
en general.- Ambos reímos.
- Bueno, todo empezó en un viaje que hice de pequeño y en el
que compré este colgante. Sólo lo compré porque me pareció llamativo, pero poco
a poco fue cobrando un gran sentido para mí. Retén esto en tu mente porque te
lo explicaré después.
Yo estaba enamorado de una chica, que era a la vez mi mejor
amiga y mi primer amor. Esto duró años y, cuando reuní el valor suficiente, me
declaré a ella, pero me contestó con evasivas, yo insistí, a la tercera o
cuarta proposición ya me dio una respuesta definitiva, un no. La verdad es que
me lo esperaba, no es que estuviera alegre y contento con la respuesta, pero sí
estaba resignado, al fin y al cabo no podía hacer nada. Aun así seguimos siendo
amigos y le tengo mucho cariño, además el año siguiente a esto fue el primer
año que estábamos en clases separadas y algo dentro de mí me dice que sólo
quería que nunca se alejara de mí porque era una gran amiga, otra parte de mí
me dice que no es así, que lo primero es algo que me conté a mí mismo para no
sentirme mal por el rechazo. Sea como sea lo importante es que saqué una gran
amistad de ahí, el pasado ya es historia y no creo que me deba preocupar de él,
así pues continuaré por donde iba. Ese mismo día, el día del rechazo, al volver
a casa abrí la puerta de mi cuarto para entrar y algo que había en mi corcho se
calló y se rompió: el colgante. No le di
mayor importancia, lo pegué y lo puse de nuevo en el corcho de mi habitación.
No me lo ponía porque ya no me parecía tan guay como cuando lo compré. Pasaron
los años y sobrevinieron un par de desengaños amorosos más. El segundo no fue
tan grande como el primero y el tercero, fue más bien un capricho tonto llevado
a un extremo del que yo mismo salí sin necesidad de ayuda. Tras esto, otra vez
se rompió el delfín, pero esta vez fue de menos magnitud la rotura. Igual
que la primera vez, lo arreglé y lo dejé
de nuevo en el olvido.
Llegando al tercero he de decir que este fue el de mayor
repercusión en mí mismo. Tardé casi dos años en darme cuenta de que este tercer
enamoramiento no llegaría a buen puerto por ningún lado, pero fue una
revelación paulatina. De este también me di cuenta casi por mí mismo, aunque
con ayuda indirecta de otras personas, dejémoslo ahí. Tras este desengaño otra
vez que se rompió el colgante y lo pegué, mas esta vez no quedó en el olvido. Tres roturas en el colgante, tres roturas en
mi corazón. Mientras pegaba las partes rotas me percaté de esa coincidencia
entre las roturas y pensé: “si cada vez que se rompe este colgante lo pego y,
aunque algo más ajado y fisurado, sigue luciendo igual (o casi) ¿por qué no
hacer lo mismo con mi corazón?”. En este momento, coincidiendo con las
vacaciones de verano tras 4º de la E.S.O., tomé una decisión, decidí dejar de
buscar a una chica y adecuarme a ella, aunque tuviéramos cosas en común, y me
prometí que ni dejaría que el amor me nublara el pensamiento ni iría tras una
chica que apenas conocía. Cambié mucho esas vacaciones, en muchos aspectos,
tanto para bien como para mal. Y así a
grandes rasgos termina mi historia, quizás me ha quedado muy larga pero al
menos está aquí la explicación que te debía.
Celeste escucha mi parrafada atenta y puedo ver su
curiosidad floreciendo con cada palabra que digo. Al terminar, me mira fijamente a los ojos, sonriendo, me coge la mano y me dice:
- Johnny, tu historia me ha conmovido, nunca pensé que
alguien que parece tan reservado y serio hubiera vivido algo así. Si te hace
sentir mejor te diré que, al menos por lo que he visto hasta ahora de ti y por
lo que me has contado, has salido ganando con ese cambio de personalidad.
Además, sobrevivir no a uno, sino a tres desengaños amorosos me parece más que
digno de alabanza.
- Tampoco es para tanto, seguro que tú también has pasado
algún mal trago en el amor. Cuenta que tú no eres la única curiosa.
- Pues sólo uno, el único, espero. Fue hace poco, ya sabes,
por el cual cogí tu taxi, para huir de allí. Al principio de la relación todo
era muy bonito y muy dulce como una nana o una fotografía en una góndola
veneciana al atardecer. Después, me propuso vivir juntos y acepté. A la semana
de convivencia se empezó a dejar por completo y ya no era ni la sombra del
hombre que me enamoró al instante mismo en el que nuestras miradas se cruzaron.
En estos días ya sólo se dignaba a dirigirme la palabra para decirme desde el
sofá “hey guapa, pásame una cerveza ya que estás de pie”. Así pues, hice las
maletas, me despedí de él, cogí la puerta pero no literalmente y me fui de
allí.
- Dime, tras vivir eso, ¿qué has aprendido? ¿Vas a seguir
buscando a ese alguien especial o vas a dejar de lado eso un tiempo?
- Quién sabe, a ver, no digo que lo vaya a buscar en cada
rincón del mundo pero, si aparece alguien que merezca la pena no opondré
resistencia a conocerlo.
Dicho esto, terminamos nuestros platos, que había traído el
camarero mientras hablábamos, y pedimos un postre. Los dos, al mismo tiempo,
sin haberlo hablado ni nada, decimos lo mismo al verlo en la carta “una mousse
de chocolate, por favor”, nos miramos y nos reímos.
Cuando nos traen el postre lo devoramos como dos niños que
adornan el chocolate. Un silencioso momento sobreviene mientras comemos nuestro
postre y, al terminarlo, nos miramos. Ambos estamos algo manchados de
chocolate, en la comisura de los labios, pero ella además en la nariz y yo
también en la barbilla, nos reímos. Definitivamente somos desastrosos, pero no
nos importa, quizá parezca una locura desde fuera, pero es nuestra locura.
Pago la cuenta y nos vamos del restaurante. Continuamos
teniendo pequeñas conversaciones, para conocernos un poco más. Celeste escucha
siempre con atención todo lo que digo, me mira y sonríe, cuando habla lo hace
con un énfasis especial que, junto con su dulcísima voz, me hacen olvidar mis
problemas, es un encanto de mujer. Es una chica alta, rubia, con el pelo liso y
va casi sin maquillar. Viste unos vaqueros, una camisa a juego y, asomando un
poco más debajo de su clavícula, un curioso colgante circular: un mantra que le
regalaron los hippies de sus padres. Tiene los ojos verdes azulados, una tez
clara, una naricilla muy mona, unos labios carnosos y rojos como las manzanas
y, sobre todo lo demás en lo que más me fijé, una sonrisa preciosa.
Parecía mentira que sólo la conociera desde hacía unas doce
horas. Si ayer me hubieran dicho que conocería a una chica así mi primer día de
trabajo le hubiera dicho que quiero saber qué se fuma para imaginar algo así.
Sin embargo ahora me resisto a pensar qué hubiera pasado si a mi coche no le
hubieran fallado las ruedas y hubiera tenido que hacer otros viajes en lugar
del de Celeste. En momentos como estos
me planteo si es verdad eso que se dice de que todo está decidido, como
si la vida fuera un plan maestro que dirigiera nuestro sino. Tengo ya el
cerebro cocido de tanto pensar en esto así que decido dejarlo y simplemente
disfrutar de la compañía de Celeste.
Tras más de dos horas paseando y charlando, acabamos
conociéndonos muy bien, Celeste quiere ir ya a casa. Le ofrezco acompañarla y
ella acepta. En el camino entre charla y charla puedo apreciar el sonido del
silencio, de su silencio. El instante en el que nos callamos momentáneamente
puedo oír cómo ríe entre dientes justo antes de volver a abordarme con otro
tema, luciendo una sonrisa y clavando sus dulces ojos en los míos. Llegamos a
su casa. Según me dice es donde vivía con una amiga antes de lo de su ya exnovio.
Es un piso en una urbanización muy grande, el 2º D del 2º bloque de pisos.
Justo en la puerta, cuando me voy a despedir, Celeste me
invita a subir para que escuche un disco del que habíamos hablado antes. Sé que
es tarde y que al día siguiente he de trabajar, pero subo sin pensarlo. El piso
es pequeño, sólo tiene lo esencial, así que me lo enseña un poco y vamos al
salón. Allí ponemos el disco a un volumen moderado, ya que su amiga estaba
durmiendo.
Como era de esperar, entre unas cosas y otras, ya son casi
las tres de la mañana y seguimos allí escuchando el disco y hablando un poco
más, la había conocido esa tarde y ya casi lo sabíamos todo el uno del otro. Le
digo que me tengo que ir pero ella insiste en que escuchemos de nuevo la última
canción. Acepto. En realidad es lo que más deseo en ese momento. La canción
acaba y nos miramos, hay que decir adiós.
Me acompaña hasta la escalera y allí se despide de mí, no
sin antes asegurarme que nos volveríamos a ver, eso esperaba, tenía toda mi
esperanza en ello. Me da un beso en la mejilla, me dice “hasta pronto”, me
guiña un ojo y bajo por la escalera. Cuando llego al final me giro y allí
continua Celeste, con la luz a su espalda me parece un espejismo y los peldaños
me parecen una escalera hacia el paraíso, sonrío e intento retomar mi camino,
pero su voz me llama y hace que lo pare (mi camino). Escucho sus pasos escalera
abajo y me giro de nuevo hacia ella que está ya justo detrás de mí y me
sorprende con un beso, pero no tan casto como el de antes. Todo a nuestro
alrededor se para, escucho a tres pequeños pájaros cantar en mi cabeza, en
algún lugar ahí fuera el tiempo se detiene para contemplarnos, todo es como un
sueño.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)